Anáhuacmiquiztepicanoah 2


VERDUGOS DEL ANÁHUAC

YEHUANTIN TLATSAKUILTIANIME IKUAN ANAHUAC

Anáhuacmiquiztepicanoah

 

 

2do Pemulo

48 horas antes. Ciudad de Nueva Guadalajara, República de California.

Era temprano por la madrugada, las calles estaban completamente desiertas de peatones, algo raro en una ciudad industrial donde una enorme cantidad de obreros, técnicos e ingenieros se desplazaba para iniciar o descansar de sus turnos de trabajo. Hoy parecería una ciudad fantasma. Las farolas iluminaban autopistas y avenidas de alta velocidad completamente vacías. En contraste los edificios residenciales estaban en la más absoluta oscuridad.

A algunos cientos de kilómetros de distancia cruzando la frontera con la Unión Angloamericana, no sería raro ver apagones masivos en las infinitas millas de barrios suburbanos, por el exceso de demanda de energía eléctrica. En la República de California en cambio, su desarrollo como potencia tecnológica e industrial desde inicios del siglo XXI, aunado con una menor población garantizó su autosuficiencia energética, haciendo que los  apagones en su territorio fueran inexistentes.

De repente la iluminación en las avenidas de alta velocidad comenzó a parpadear. Desde el interior de las infinitas ventanas de los edificios residenciales, ocultos ojos miraban con impotencia cuando la iluminación era cortada en alguna sección de los caminos.

Con las avenidas en completa oscuridad, un convoy de vehículos acorazados transitaba como dueños absolutos de una ciudad fantasma. Sobre el casco de los vehículos, cañones de riel de elevada potencia giraban barriendo todo el horizonte como una espada de Damocles, amenazando de muerte a las miles de almas que permanecían en vilo dentro de los edificios bajo el toque de queda. Repentinamente el alumbrado volvió al sector de la avenida conforme el convoy avanzaba y otra sección de la avenida quedaba en la oscuridad, escondiéndose en esa negrura de la noche el convoy de las miradas coléricas de los californianos.

Pero la calma no regresó para los habitantes, las calles, avenidas y carreteras iluminadas eran un peligro igual de temible que las patrullas ocultas. Nadie podía abandonar el toque de queda. En el cielo los escuadrones robóticos de ala rotativa se encargaban de neutralizar, bajo una lluvia de disparos a toda persona en las calles. La situación para la Guardia Nacional también era complicada en sus fortines donde las fuerzas de ocupación los tenían asediados, los soldados sólo podían aguardar con terror a que el inminente bombardeo regresará a sus posiciones fortificadas en la mañana.

La gente se encendía en pasión cada vez que recordaba cómo atacaron los invasores. En la madrugada del 16 de septiembre que la República de California festejaba el aniversario de su independencia, el ejército invasor se desplegó sobre los cielos nocturnos. Paracaidistas mecanizados aterrizaron en la capital de Nuevo Monterrey atrapando a la mayoría de las fuerzas militares que se congregaron para el desfile anual. Con la capital conquistada y las fuerzas armadas contenidas en campos de concentración en la capital, tomar el resto del país le tomó pocas semanas a los angloamericanos.

 

Entre los rehenes de Nueva Guadalajara había toda clase de emociones encontradas. Muchos maldecían a las fuerzas de ocupación de un país que hasta hace pocos meses creían un aliado incondicional; aquella nación defensora de la libertad, cuyos ancestros ayudaron a su pueblo a ganarse su propia libertad contra el dominio de tribus de indios resentidos que los victimaron únicamente por su color de piel. Otros deseaban que pronto los nacionalistas recapacitaran y dejaran las armas. Las armas angloamericanas liberaron a su pueblo del yugo del salvaje “Consejo de los Pueblos” indígenas, y el comercio con la Unión Angloamericana convirtió a su pequeña nación en una potencia económica, pese a lo que dijeran “los estadistas” es favor del nacionalismo californiano.

 

La sociedad californiana estaba completamente polarizada, compuesta por una ingente cantidad de migrantes angloamericanos e hispanoamericanos durante la fiebre del oro del siglo XIX, pero cada sector de la población tenía sus propias lealtades. Había apoyo a la ocupación por parte de un sector importante de la sociedad, se trataba de descendientes de migrantes angloamericanos que mantenían el inglés como segunda lengua. Lo contrario sucedía en el resto de población de origen hispano, pero el sector californiano que demostró mayor resistencia contra los invasores fueron los chino-californianos, que fueron los primeros en organizarse en guerrillas contra la invasión.

 

 

BASE AEREA DE GALVARINO /Republica Inca del Tawantinsuyu

 

Era alrededor de las 5 de la madrugada. En una plataforma de aterrizaje, un centinela quechua hacia su guardia despreocupadamente cuando las luces de advertencia de descenso en la plataforma se encendieron. Instintivamente el guardia se tomó el gorro con su mano libre para evitar que volara lejos por algún impulso de los propulsores en descenso, al tiempo que con su otra mano mantenía firme el agarre de su rifle.

En la bahía de carga de la aeronave en descenso, los verdugos dormían plácidamente. Únicamente el Huey Quachic y sus tres cuacciqueh líderes de sus pelotones se mantenían alerta. El resto de comandos de la sección aprovecharon los escasos 45 minutos disponibles para recuperar algo del sueño privado en los días anteriores.

Al interior una luz roja cambio a amarillo, era el aviso del inminente aterrizaje, sin que el Huey Quachic tuviera que dar orden alguna, los Ipan ce cuacciqueh dieron un empujón a sus punteros de pelotón, al tiempo que de forma uniforme gritaban la orden de ¡“ìxoa! (¡todos despierten!)”, repitiéndose la palabra “ìxoa” como un eco al interior de la nave, conforme cada soldado despertaba este daba un suave empujón o golpe a su compañero que aún se encontrara dormitando hasta que la sección entera estaba nuevamente alerta.

 

Desde el lugar de guardia del centinela, el aerodeslizador de infiltración encendió sus luces de aterrizaje, viéndose imponente durante el descenso, le hacía sentirse un testigo silencioso de la grandeza de la nueva nación inca. La vista del imponente navío aeroespacial de fabricación nacional hiso pensar al centinela en cómo los países de Europa occidental dejaron de ser referentes culturales desde el siglo XX, cuando el progreso europeo produjo las dos guerras más sangrientas e inútiles desde las cruzadas y nuevos referentes culturales surgieron alrededor del mundo de posguerra. Derrotada Europa occidental militar y culturalmente en la segunda guerra mundial, en la actualidad todo el mundo veía en aquella región solo países que producían mano de obra barata para las regiones industrializadas de Europa central, y las potencias regionales de la África subsahariana.

En aquel momento, miles de familias europeas morían ahogadas en el mar mediterráneo intentando llegar a las costas africanas, y quienes lo lograban todavía tendrían que apostar su vida cruzando el desierto del Sahara donde serían perseguidos por su color de piel o discriminados por sus creencias religiosas afines al terrorismo cristiano, todo eso antes de entrar a los países desarrollados de la Confederación Panafricana en busca de la promesa de una vida mejor, donde muchos inmigrantes serian deportados de regreso a la empobrecida Europa. Al mismo tiempo para aquel joven soldado con un corazón lleno de ilusiones y esperanza en el propio futuro de su nación, el aerodeslizador que aterrizaba frente a él era evidencia de la capacidad industrial y tecnológica del tawantinsuyu.

Promovido por el discurso oficial de fabricación 100% nacional, pese a que los principios tecnológicos fueron desarrollo alemán, la alianza de países nativo-americanos se promovía en su población como los primeros en forjar una industria con tecnología militar de vanguardia, dotando de nuevas garras y colmillos a pueblos orgullosos de sus orígenes que se levantaban en la era de la postmodernidad, con la frente henchida de orgullo y mirando de frente al resto del mundo.

Era la lucha constante de la raza de bronce por hacerse con un lugar en la historia, fue una pelea repleta de altibajos que comenzó con los movimientos de emancipación americana, pero que relegados a la categoría de “pueblos folclóricos”, durante el periodo histórico de las emancipaciones coloniales dominado por los cánones europeos; las naciones nativo-americanas tardaron un siglo en abrirse paso como iguales con el resto del mundo.

La lucha de los pueblos nativos por hacerse valer como iguales ante el resto del mundo empezó desde 1810 con el inicio de las independencias, pero fue en 1860, cuando una armada conjunta Inca y nahuatlata igualando en capacidades militares a cualquier potencia naval de la época, atacó la última colonia española en la Batalla de Cavite para liberar Filipinas. En los años siguientes, los guerreros nativo-americanos ayudarían a otros pueblos en África a liberarse del yugo europeo, y finalmente se abrirían camino como potencias emergentes en las dos guerras mundiales que dieron forma al mundo los siguientes dos siglos.

Durante la primera guerra mundial la Federación Anahuac se encargaron de contener a los angloamericanos y evitar que estos reforzaran a sus aliados franceses en Europa, quedando en deuda Alemania por deberle al Anáhuac la victoria. Más tarde durante la Segunda Guerra Mundial, la coalición de países sudamericanos que incluyo a Colombia y la recién formada Confederación Afroamericana, fueron los encargados de abrir el segundo frente en Europa, desembarcando las tropas bolivarianas, rioplatenses, del tawantinsuyu, patagones y mapuches junto a ejércitos de los estados afroamericanos en las costas de España, desde donde iniciaron la campaña de liberación que acabó con el nuevo régimen imperialista.

A su paso por Europa, los pueblos que siglos antes se había engalanado por el mito heroico de sus imperios coloniales, tuvieron que bajar la mirada cuando los hijos de los pueblos, siglos atrás sometidos por sus ancestros, desfilaban en sus calles recién liberadas, y se avergonzaron por un pasado colonial construido sobre la sangre y el sufrimiento de otras gentes.

Las divisiones de acorazados americanos cometerían algunos excesos, destruyendo monumento de héroes nacionales y forzando a algunas pobres mujeres a hacerles compañía, pero esas anécdotas quedaron borradas de los registros por ser pluma de los americanos quienes editaron los futuros libros de historia.

Mientras el centinela se vanagloriaba con sus pensamientos patriotas acerca de la historia nacional, no era consciente de que la nave de la que se sentía tan orgulloso era un diseño genérico para exportación ensamblado en Colombia, una potencia manufacturera y miembro importante de la alianza regional del Tawantinsuyu.

Como un cordón umbilical que alimentaba en ambos sentidos los destinos del Anáhuac, Colombia y el Tawantinsuyu quedaron íntimamente unidos por su ubicación geográfica como vecinos. Los componentes de fabricación Inca se sumarían a los fabricados en el Anáhuac, Ñuke Mapu, la República Kalaallit y Hah-Nu-Nah para ser ensamblados en los complejos industriales de Caracas y desde ahí enviados a las regiones empobrecidas de Europa occidental y las regiones en Oceanía de la Commonwealth.

En el espacio eran los acorazados de la India quienes conquistaban colonias y bases espaciales de la Unión Europea con el nombre de antiguas ciudades griegas. En los cinturones de asteroides mercenarios ingleses, italianos, portugueses y holandeses eran carne de cañón de los embates de corsarios espaciales africanos, mientras las tropas de legionarios espaciales de Europa central, privilegiadas únicamente por su lugar de nacimiento se encontraban en la colonia del Tercer Reich alemán marciano protegidos por defensas orbitales impenetrables.

A causa de estos pensamientos, el centinela no se percató que la compuerta de la bahía de carga se abrió hasta que los tripulantes de su interior emergieron de entre las sombras.

Los pensamientos del centinela se detuvieron en ese momento, aunque estaba acostumbrado a ver todo el tiempo a militares armados, las tropas que descendieron le causaron una inmediata excitación por la sorpresa.

El centinela se percató de varias extrañezas en los militares que descendían, la más llamativa era su armamento que parecían reliquias de  museo. El empleo de armamento balístico no era ajeno a la doctrina militar, con la evolución de la guerra, el uso de munición de pulso electromagnético y demás contramedidas que paralizaban el armamento inteligente se volvieron tan comunes en una amplia diversidad de teatros de combate, que emplear armas del siglo XXI sin componentes electrónicos había resultado en una medida acertada en la guerra irregular.

El centinela ya había escuchado de grupos de soldados experimentados en el uso de armamento anticuado, los cuales aparecían ocasionalmente en la base aérea durante las charlas de barraca, pero era la primera vez que él tenía la oportunidad de ver a un grupo de operaciones especiales real desde que fue asignado como guardia en el corazon de la base aérea.

Al completarse el descenso de los soldados, su físico no tenía nada de especial comparados con cualquier otro militar, cuerpos robustos producto de los esteroides, el adiestramiento o la manipulación genética, las diferencias visibles no estaban en su marcha disciplinada cuando descendieron y formaron a pocos metros de la plataforma de aterrizaje, en espera de algún oficial de turno para hacer la presentación de credenciales. La diferencia tampoco estaba en su equipamiento que, en su mayoría era bastante anticuado. Pero entonces… ¿Por qué aquel soldado estaba seguro de que los recién llegados pertenecían a un club exclusivo de soldados extraordinarios, donde incluso un general se vería fuera de lugar?

Racionalmente podría decir que lo más evidente era la variedad de su equipo, no tenían armamento estandarizado como es el caso de las fuerzas regulares, había toda clase de equipo diverso, un buen número de los comandos tenía fusiles de asalto, había varios francotiradores y artilleros e incluso distinguió lo que parecían especialistas tecnológicos, estos últimos tenían como arma principal una terminal informática y un drone aéreo personal, para su protección cargaban solo una pistola de mano. Había algo adicional a su equipo, su disciplina o su físico, y mientras el centinela se quebraba la cabeza intentando entender que es lo que distinguía a esos soldados de cualquier soldado regular que veía día a día, quedó hipnotizado en las caras de esos comandos cuando empezó a entender de qué se trataba…

 

La diferencia la encontró en sus miradas, sus rostros no eran de personas apáticas acostumbradas a vivir el medio militar, con emociones apagadas a base de tanta disciplina. Sus miradas brillaban de convicción, en sus rostros se veía tranquilidad y sonrisas despreocupadas, no era la alegría ni excitación desordenada que alguien vería en un civil en los juegos de guerra o soldados que acababa de salir de una experiencia excitante de entrenamiento con fuego real, era la tranquilidad de un grupo de personas acostumbradas a vivir el día a día en condiciones de constante desgaste físico y mental.

Eran soldados que cargaban sobre su espalda con orgullo y entusiasmo la responsabilidad de servir a su país, no sentían pesar de una vida elegida por necesidad y no por convicción. Estas personas, seguramente acababan de terminar una peligrosa misión en la que habrían puesto en riesgo sus propias vidas, y sin embargo estaban formados en quietud y con tranquilidad total, como si sus propias almas fueran inmunes de todo peligro físico o espiritual.

Los minutos pasaban lentamente a la espera de un oficial de guardia que recibiera a los comandos, mientras tanto, el centinela desvió su mirada a la ropa de los soldados, gracias a las farolas y luces encendidas de la aeronave que iluminaron la plataforma de aterrizaje, el centinela alcanzó a distinguir el polvo y lodo pegado al calzado y los uniformes, se fijó nuevamente en las caras y distinguió el cabello y barbas crecido de varios meses.

En ese momento llegó el oficial de guardia de la base aérea, ambos comandantes, el superior de la sección de comandos y el anfitrión de la base militar hicieron las presentaciones de rango, después al grito de una orden del líder, la sección giró en dirección donde se retiraba el oficial de guardia y con su líder caminando a un lado de su grupo, la sección entera inició la marcha de forma sincronizada como si de un grupo de clones se tratara.

Cuando los soldados marcharon frente al centinela, el soldado inmediatamente realizó el saludo militar de acuerdo al reglamento de ceremonial de Tawantinsuyu, manteniéndose firme y levantando su fusil de frente como muestra de respeto a sus superiores, alcanzó a distinguir manchas salitrosas en la ropa de los soldados, se trataba de los restos del sudor que al secarse, era normal que pequeñas capas de sal se formarán en los pliegues de los uniformes.

El centinela también se fijó en las marcas de desgaste de la pintura en los soportes laterales de sus exoesqueletos. El comandante Huey Quachic volteo por un segundo para agradecer el saludo del soldado y fue en ese momento, cuando el recluta quedó petrificado por una mirada penetrante que le hizo pensar en un animal salvaje: era la mirada de una feroz bestia asesina, era la mirada de un “verdugo del Anáhuac”.

 

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