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VERDUGOS DEL ANÁHUAC

YEHUANTIN TLATSAKUILTIANIME IKUAN ANAHUAC

Anáhuacmiquiztepicanoah

 

 

OME TENONOTZANI/SEGUNDA PARTE

7.º pemulo

 

Una gigantesca ave metálica se deslizaba sobre el firmamento nocturno de la Republica de California la madrugada del 17 de noviembre del año 2208, cual si fuera una temible águila negra al acecho. En su interior la nave de infiltración suborbital clase pixan transportaba 7 furibundos guerreros nahualli sedientos de sangre a causa de estimulantes psico neurales. Los cuerpos de aquellos guerreros cuyas leyendas e historias se remontaban a sus heroicas hazañas en la época de la ocupación virreinal, estaban iluminados por la tenue luz roja que era la señal de espera al interior del fuselaje.

 

Al mismo tiempo en otras naves con la misma ruta, escondidos en un convoy aéreo de ayuda humanitaria, tres pelotones de cuachiqueh de aguardaban con la misma paciencia el inicio del combate. Ambas agrupaciones de soldados representaban dos doctrinas militares opuestas del Anáhuac.

 

Los Nahualli surgieron como grupos de milicianos, herederos de las antiguas ordenes de guerreros en los territorios controlados por el virreinato de la nueva España. Su propósito era la resistencia de su pueblo, hicieron de lado los trajes de elaborados ornamentos y llamativos colores para convertirse en discretos combatientes que asaltaban a sus enemigos en los lugares donde los encontraran más desprevenidos. Sus esfuerzos fue el pegamento que unifico a los distintos altépetl rebeldes para convertirlos en una resistencia organizada. Sus éxitos contra el poder virreinal fueron tan dolorosos que fueron silenciados por el gobierno de la colonia, temeroso este ultimo de que la noticia de sus hazañas inflamara la sublevación entre el grueso de la población indígena.

 

Los verdugos en cambio fueron una orden guerrera, creada a partir de la reforma de 1850. Su propósito era eliminar a toda voz y a toda alma que levantara sus puños contra la Federación Anáhuac. Sus éxitos eran silenciados por la propia Federación. Pero al igual que los nahualli sus orígenes se remontaban a la época de la ocupación.

 

Mientras que en el corazón del Anáhuac, los nahualli peleaban por la libertad de sus pueblos. En las tierras salvajes al norte de la nueva España. Las ordenes sacerdotales mexicas que se integraron a las tribus chichimecas, dieron nacimiento a una senda guerrera conocida como mikitlatsontekilok (en dialecto castellano, sentenciados a muerte). Fueron guerreros sacerdotes cuyo patrono era el dios de la muerte Mictlantecuhtli y se autonombraron como “muertos vivientes”. Atacaban guarniciones al cobijo de la noche y se cubrían enteramente de negro todo el cuerpo, se maquillaban el rostro con forma de cráneos descarnados, convirtiéndolos así en una especie de seres míticos que sembraba terror en las fuerzas virreinales.

 

Fueron estos sacerdotes guerreros quienes mantuvieron viva la práctica de devorar la carne de los muertos entre sus enemigos y los sacrificios rituales para seguir alimentando a los famélicos dioses antiguos. Su violencia fue innombrable. Y el terror que causaron en sus víctimas fue tal, que los pocos castellanos que lograron sobrevivir a ellos, a menudo quedaron dementes.

 

Al concluir la independencia del Anáhuac, los mikitlatsontekilok quedaron relegados a una vida de culto en sus monasterios construidos en la nueva Yankuik Tenochtitlan. Ciudad capital de la región autónoma de Aztlán fundada en la antigua región de chicomostoc, a orillas del lago de chapala. En aquel lugar  el pueblo Nical Tinemi reconstruyó y supero la belleza de la desaparecida ciudad de Tenochtitlan. Pero después de la independencia de las Californias, cuando el gobierno federal busco crear una nueva orden de guerreros encargados de aniquilar y hacer temblar de pánico a todos aquellos que pusieran en riesgo la unidad de la federación; Fueron estos sacerdotes guerreros quienes se encargaron de adiestrar y transmitir su propia doctrina a la nueva orden militar que se llamaría Anáhuacmiquiztepicanoah, conocidos coloquialmente en dialecto castellano como “Verdugos”.

 

La reforma de 1850 estipuló como uno de sus proyectos primordiales la repoblación de los territorios de la federación por sangre nativa. Con eso en mente se crearon toda clase de políticas públicas centradas en el cuidado de la niñez y la penalización del aborto. Se crearon cientos de hospicios y orfanatos para aquellos niños dejados a su suerte por sus parientes, y fue en esos lugares donde los mikitlatsontekilok fácilmente pudieron tomar las mentes y cuerpos de jóvenes almas cuyos únicos conceptos de madres y padres era la propia Federación y los funcionarios que esta misma asignaba. Aquellas semillas se convertirían en los más fanáticos y leales soldados de la nación que durante 4 siglos perecieron en alguna zona de guerra desconocida sin revelar nunca su bandera.

 

Mientras que los nahualli simbolizaban la lucha por la vida y las creencias de su gente. Los miquiztepicanoah simbolizaban la furia y el castigo divino de los dioses contra sus enemigos. Ambas unidades eran la cara de una dualidad que se remontaba a los más profundos principios filosóficos del Anáhuac, cuyo saber ancestral sobrevivió durante la ocupación en la amoxcali de Huey Tenango. Esperando pacientemente el reflorecimiento de la civilización Anáhuac que llegó con la independencia.

 

Aquella noche del 17 de noviembre ambas órdenes guerreras aguardaban a la espera de la luz amarilla que en cualquier momento se podía activar. La nave suborbital clase pixan se integró al convoy aéreo en el momento que este cruzó la frontera y volaba a una menor altura, completamente indetectable para los radares californianos y de las naves de carga que la sobrevolaban. En el momento que las luces amarillas se activaron, las inteligencias artificiales liberaron los detalles de objetivos de misión a los oficiales cuaucelotl quienes dieron las indicaciones a su propia tropa del dispositivo de seguridad. En la distancia las luces de una pista de aterrizaje se encendieron. La nave suborbital pixan, se separó de convoy a gran velocidad y habiendo activado su camuflaje termo-óptico que la hacía indetectable, descendió a unos 100 metros de lo que la información recibida la madrugada anterior indicaba que estaría una torre de comunicación cuántica.

 

 

 

Puesto de mando móvil. 4ta compañía, 37 Regimiento independiente de soporte logístico del ejército californiano 0300 horas 17 noviembre 2208.

 

El tte Adolfo Hdez llevaba dos horas frente a las pantallas del puesto de mando, escaneando el cielo a la espera de detectar las naves de ayuda humanitaria de un país que hasta hace 3 meses era el su más odiado vecino. En el momento que su radar detecto el transpondedor del convoy aéreo; al instante notificó al capitán comandante, quien dio la orden de encender las luces para dirigir a las naves de carga a la pista improvisada. Ni aquel teniente ni los vigías apostados en los puestos de observación se percataron de la nave de infiltración que se separó del convoy para aterrizar en el lado contrario de la pequeña base. Los vigilantes apostados en el perímetro tampoco se percataron cuando unos brazos acorazados los tomaron por la espalda, ensartando una macuahuitzin de una sola hoja de plasma que penetró desde la parte baja de su columna, quemando todo el interior de su cuerpo hasta la altura de sus cuerdas vocales.

 

Al mismo tiempo en las pistas de aterrizaje, los pelotones de soldados californianos veían con entusiasmo la llegada del convoy aéreo. Ansiosos por descargar con la mayor celeridad los pertrechos tan necesarios para la defensa de las fortificaciones nacionales. Aquellos militares no tenían ningún rencor ni odio heredado contra la federación Anáhuac; muchos de ellos veían en la desafortunada situación actual, una oportunidad para limar las diferencias con un país y su gente orgullosa con la cual tenían una historia común. Para los californianos las fricciones con la Federación se debieron mayormente, por el hecho de que durante la insurrección de las Californias, la armada mixteca desembarco en buena parte de las islas que bordeaban las costas californianas, y desde entonces las mantuvo como baluartes militares. Durante 4 siglos esos baluartes sirvieron como lugares de repostaje en la ruta naval que mantuvo conectadas las federaciones del Anáhuac y Ha-Nu-Nah, pero también como una amenaza si alguna vez se enfrentaban en guerra.

 

En el puesto de mando el tte Adolfo Hdez notificaba vía comunicación cuántica el avance en el traspaso de los suministros a sus propios cargueros. Tres de los cuales tenían por destino la ubicación más importante de toda la república. Los californianos ayudados por los nahuatlatas se apresuraron en completar la descarga y carga de suministros, cuando completaron la labor, el tte notifico al mando los cargueros listos para partir a su destino, recibiendo en el proceso tres códigos de seguridad para los pilotos de los transportes. El puesto de mando estaba apoyado por la presencia permanente de un centinela encargado de la seguridad del módulo de comunicación y su operador, el tte estaba tan concentrado en su labor deseando pronto volver a ver a su familia que quedó atrapada en la zona ocupada por los invasores, que no se percató cuando el centinela que le acompañaba fue sometido por unas manos invisibles. Después de que Chimaltepoztli líder nahualli neutralizó la seguridad, tomo sin miramientos al oficial de comunicaciones por la espalda y de un rápido golpe en la cabeza lo dejo inconsciente.  

 

En la pista los soldados de ambas naciones intercambiaban cálidos saludos. Para los soldados nahuatlatas era muy fácil sentir desprecio por californianos sin rostro, pero cuando esas gentes tuvieron una cara y miradas agradecidas por el apoyo que les brindaban. El desprecio e indiferencia fue sustituido por la empatía. Entre los soldados que se vieron reflejados en su contraparte estaba Huitzitzillin, quien por un momento vio en los californianos a otro pueblo engañado de la misma forma que los primeros colonos angloamericanos firmaron acuerdos con pueblos nativos que con el tiempo traicionaron.

 

Huitzitzillin  tenía la intención de preguntarle el nombre a su interlocutor, que quizá podría convertirse al término de esta inefable guerra en una nueva amistad. Se disponía a hacerle la pregunta, cuando repentinamente la cara de aquel hombre fue perforada por un haz de luz láser y aquellos ojos que veía fijamente estallaron salpicándolo con sesos chamuscados. El cuerpo sin vida cayo inerte al suelo y antes de que Hitzitzillin reaccionara a lo que acababa de ocurrir, el resto de californianos desprevenidos fueron acribillados por disparos de haces de silenciosos rallos láser por los verdugos de discretamente descendieron y se posicionaron para abatir a todos los californianos de un solo disparo.

 

EL Huey Cuachic estaba satisfecho por el ataque de manual. Trabajar en coordinación con comandos nahualli hacia este operativo muy sencillo. En el momento en que el líder nahualli neutralizó las comunicaciones, dio luz verde para que los verdugos hicieran lo que mejor sabían hacer…

…Matar, matar y seguir matando hasta la saciedad.

 

Molesto por la inacción de la tropa regular. El Huey Cuachic grito órdenes a los soldados paralizados, reclutas enmudecidos por la sorpresa de haber sido testigos de los fríos asesinatos.

 

Itskwinmeh tlakanehneketl xikitta! Xinakatetso nin mikihkeh, ximotlakentikan ka itlakenwan. Okintepatlak onka onamechilwiskeh, non itekitilis. Tlayekankeh Kwawoselotl amo xichihchiwakan nin miktlan wan xikmahmana nomomasewalwan.

-¡Perros inútiles reaccionen! Desnuden los cadáveres, se equiparan con sus uniformes, su trabajo es sustituirlos aquí hasta nueva orden. Comandantes Cuaucelomeh, dejen de adornar este cementerio y movilicen a su tropa.

 

Por la urgencia del momento, no le importo al comandante Cuachic gritar órdenes a viva voz en lengua náhuatl dentro de territorio enemigo. Tan pronto los comandantes del dispositivo de seguridad reaccionaron ordenaron cavar fosas para enterrar a los cadáveres. En ese momento los verdugos junto a sus contrapartes nahualli se organizaban en los tres transportes de carga, con las cuales se infiltrarían en la fortaleza más protegida de las fuerzas armadas californianas.

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