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VERDUGOS DEL ANÁHUAC

YEHUANTIN TLATSAKUILTIANIME IKUAN ANAHUAC

Anáhuacmiquiztepicanoah

 

6to pemulo

 

Complejo militar fronterizo de Tohono O’odha, frontera norte de la Federación Anáhuac.

El Comandante Huey Cuachic entro al comedor, se detuvo en la entrada algunos segundos, contemplando con la mirada a su sección de soldados que discutían animadamente en las mesas del interior. Él sabía que en las próximas horas condenaría a la muerte a algunos de esos hombres, la idea le generaba un amargo sentimiento de pérdida. Aunque la vida militar siempre está llena de peligros, desde la perspectiva de los soldados esos peligros rara vez superan los de una vida ordinaria; Cuando estas en una situación de riesgo, pero rodeado por otros 30 compañeros cubriéndote la espalda, y cada uno de ellos equipado con toda clase de armamento pesado, es normal que te sientas mucho más seguro de lo que se sentirías estando seguro en tu casa.  Sin embargo esta misión que le habían asignado a su sección era una de esas temidas “excepciones” a la regla.

El comandante sabía que incluso si informara de los detalles y peligro de la misión, aun así todos sus comandos darían un paso al frente sin cavilar en el riesgo a sus propias vidas, ese pensamiento infló su pecho llenándolo de orgullo por la tropa que él comandaba y una leve sonrisa se dibujó en las comisuras de los labios.

Entre los comensales no pasó desapercibido cuando llegó su líder de sección. Tan pronto ingresó, los líderes de pelotón mutaron de alegres personas ordinarias para convertirse en autómatas a la espera de su siguiente mandato de su líder. El Huey Cuachic se acercó a la mesa más próxima donde al ver al encargado del primer pelotón, dio la entrega de una terminal informática la cual contenía autorizaciones para surtir de provisiones y armamento a los verdugos en el almacén de la base militar.

 

Área de Hangares del escuadrón suborbital de reacción inmediata, Complejo militar de Tohono O’odha, frontera norte de la Federación Anáhuac.

Yatziri era una joven oficial del ejército del aire bünthi. Tras dos rotaciones piloteando un carguero de tropas de asalto en la escaramuzas por el control militar del ártico. En su última misión, una avería en el sistema hidráulico de aterrizaje, la cual fue negligente a la hora de reportar, causo un temible accidente durante el aterrizaje en una zona de combate, por la cual muchos tripulantes de la Republica Kaalahit perderían la vida.

Ese desgraciado error la condeno a ser reasignada para convertirse en una piloto de banqueta; calificativo despectivo que en los países hispanos los soldados de combate usaban para referirse a sus contraparte que hacían trabajos burocráticos o asignaciones restringidas dentro del cuartel.

Yatziri maldecía diariamente esa negligencia que enterró su carrera militar, condenándola para hacer guardia todos los días en algún hangar donde nunca ocurriría nada.  Cada día que le correspondía estar de guardia, era muy exigente durante el pase de revista antes de recibir su nave asignada. Esa actitud de extrema rigidez la convertía en uno de los pilotos más odiados por los ingenieros del lugar, y lo mismo ocurría con sus compañeros pilotos que jamás entenderían su terquedad de no aceptar el cargo de su aeronave que solo se llenaría de polvo hasta el siguiente relevo de turno.

Yatziri sabía que aquella exigencia por la perfección era inútil, nada borraría la mancha en su historial de servicio que le permitiera regresar a una zona de combate.

La frontera norte de la federación Anáhuac era una de las regiones más militarizadas del mundo; Tanto las dos federaciones que la rodeaban como la Unión Angloamericana eran países que se odiaban mutuamente por los excesos que ambas partes infringieron se infringieron en sus orígenes, pero la amenaza de destrucción mutua había convertido toda la región de Norteamérica en uno de los lugares más pacíficos durante más de dos siglos y era seguro afirmar que seguiría así durante varias décadas más. Era el lugar perfecto para los “pipiltin” enviaran a sus hijos a cumplir con el servicio militar y también era el lugar perfecto para enterrar la carrera militar de cualquier soldado desgraciado.

Esa idea fue reafirmada cuando la Unión Angloamericana en lugar de atacar al Anáhuac por la escalada de tenciones de la guerra fría, teniendo que enfrentarse militarmente a los países nativos que le rodeaban decidió invadir a su vecina y aliada Republica de California.

Durante las semanas anteriores muchos diplomáticos californianos hicieron esfuerzos en la capital federal Yankuik Tlanesi para pedir el apoyo del Anáhuac y el resto de países de la alianza nativa, argumentando el dicho popular que el “enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Pero el Anáhuac no perdona y jamás un soldado nahuatlata moriría peleando por ayudar a un país que alguna vez levantó las armas contra su gente, tal acto estaba prohibido a nivel constitucional, y cualquier político que cuestionara dicha prohibición podía ser enjuiciado por traición a la patria y condenado a muerte en el altar de sacrificios. No obstante aun así el Anáhuac no tenía inconveniente que fueran sus armas las que causaran la muerte de soldados angloamericanos y con eso en mente; desde algunas de sus bases fronterizas con la república de california el “Consejo de los pueblos” decidió enviar cargamentos de pertrechos militares disfrazados de ayuda humanitaria.

Yatziri solo podía ver desde su hangar la partida diaria de cargueros, incluso ser degradada para convertirla en mera repartidora de envíos, parecía en aquel momento una opción para sacarla de su condenada rutina.

Pero aquella piloto frustrada recibiría una gran sorpresa este día cuando alrededor del medio día fue requerida por comandante jefe del escuadrón aéreo de la zona. La fuerza aérea y el ejército de infantería realizarían una misión de oportunidad en pocas horas, de pura suerte por la premura en la organización del operativo necesitaban pilotos de cargueros de tropas de asalto con experiencia real en el campo de batalla cuyo perfil se ajustaba a su hoja de servicio.

 

 

 

Hora y ubicación indeterminada. En el interior de la Republica de California ocupada por las fuerzas angloamericanas.

 

Cuando James Polk fue reclutado por el ejército continental. Jamás entendió, como su labor de historiador podría ser de ayuda para la unión angloamericana. El reclutamiento obligado de hombres sin experiencia en el manejo de las armas fue una realidad en las guerras del pasado, pero a  inicios del siglo XXIII los ejércitos terrestres, marciano y de las colonias espaciales estaban completamente automatizados, el poco personal humano que integraban las fuerzas armadas eran soldados de carreras especializadas, o en el caso de la unión angloamericana, técnicos asignados al comando de androides y rangers optimizados con prótesis robóticas. El apoyo logístico tanto a nivel estratégico en los teatros de maniobras, como táctico, en los teatros de combate era efectuado por inteligencias artificiales. Por lo que un historiador u otro académico de cualquier rama de conocimiento, que no estuviera íntimamente ligada a la tecnología armamentista estarían fuera de lugar en el medio castrense.

Aun así James K. Polk y una docena de académicos instruidos en la historia continental americana fueron requeridos para colaborar dentro de las fuerzas armadas por orden judicial días antes de que sorpresivamente “La Unión” invadiera California.

Hasta el día de hoy, su labor como “asesor externo” carecía de significado. Polk simplemente pasaba los días aburrido en las bases de operaciones, haciendo compañía a otros tantos “especialistas y contratistas externos”, que al igual que él, solo calentaban un colchón en las barracas, viendo en primera persona la invasión de la Republica de California.

Los batallones de androides diariamente tomaban por asalto los distintos complejos tecnológicos e industriales de la empresa paraestatal de componentes de comunicación cuántica; En busca de alguna nueva clase de arma de destrucción masiva desarrollada secretamente por la Republica de California. Al menos ese era el rumor entre la tropa ciborg.

El día de hoy sin embargo fue peculiar. Al medio día Polk fue requerido para integrarse a un pelotón de rangers de asalto. El departamento de Intel había recolectado filtraciones entre californianos simpatizantes con la causa angloamericana y para investigar dichos rumores, Polk junto a un nuevo grupo de compañeros en las próximas horas se infiltrarían en un complejo tecnológico localizado en la zona libre de California. La noticia cayó como un balde de agua helada para Polk quien al ser un académico solo contaba con unas pocas sesiones de inducción militar mediante terapia psico-osmotica, hasta el momento tampoco entendía para que diantres necesitaba el ejército continental a un experto en historia como agregados entre el personal operativo; La zona en que trabajarían era una fortaleza militar protegida por los remanentes del ejército californiano. El día de la invasión, cuando fue evidente que era imposible contener a los angloamericanos, la estrategia californiana fue ceder las áreas más desprotegidas colindantes con la Unión angloamericana y replegar a sus fuerzas armadas al sur. Durante siglos California se había preparado para enfrentar una hipotética invasión por parte de la federación Anáhuac. Creyendo estar protegidos en su frontera norte, bajo esa premisa sus mayores áreas industriales y tecnológicas estaban en el norte y sus fortalezas militares en el sur. Se creó una frontera difusa que dividió California entre la zona ocupada por los angloamericanos y la zona libre controlada por las fuerzas armadas nacionales. Cada día los límites de esa frontera se redibujaban, aumentando la zona de influencia angloamericana, pero luego del asalto inicial el avance de los angloamericanos era muy lento. Las divisiones que sobrevivieron a la toma de Nuevo Monterrey combatían con gran arrojo, dando cara sus vidas por cada metro cuadrado de terreno que avanzaban los autómatas angloamericanos.

 

 

0000 Hrs. Área de Hangares del escuadrón suborbital de reacción inmediata, Complejo militar de Tohono O’odha, frontera norte de la Federación Anáhuac.

 

La noche tendía su cobija sobre la región autónoma de Sonota. En un hangar militar, las figuras estoicas de soldados de la federación Anáhuac aguardaban a que la Tlacochcalcatl diera autorización para partir en una misión clandestina.

En las pistas de aterrizaje había una docena de cargueros aeroespaciales tipo b’ax’böts’ë, que en idioma ñañu significaban “canastos gigantes”. Dichos transportes diariamente partían a primera hora de la madrugada enviando pertrechos y suministros para el ejército californiano. Pero a diferencia de las noches anteriores, entre las filas de soldados que conformaban el dispositivo de seguridad, discretamente había tres pequeños grupos de comandos sin insignias, cada grupo acompañado por un piloto de combate.

Yatziri llevaba 3 horas formada junto a uno de esos tres pelotones. Aunque aquellos hombres carecían de distintivos y ocultaban su identidad bajo gruesos cascos de combate, era evidente para los demás presentes que se trataba de fuerzas especiales.

El silencio en el hangar era asfixiante para los soldados regulares. La mayoría soldados inexpertos que no habían recibido aún su bautismo de fuego. Por la premura de la operación, el mando no tuvo tiempo de indagar en los historiales de toda la tropa regular y solo se limitó a asegurarse que los comandantes de dicho dispositivo fueran soldados experimentados capaces de instruir a sus soldados en las tareas que les correspondían.

 

La jerarquía militar del “Yaotlakanenkih” tenía como unidad fundamental al soldado raso “Tlamani”, a este su superior inmediato era el comandante “Cuextecatl” líder de pelotón, seguido por el “Cuextecatl Papalotl” líder de sección.  Por ultimo estaba el rango “Cuaucelotl” comandante de compañía y ultimo rango entre la tropa regular. Después los rangos correspondían a los comandantes del cuauhcalli o batallon. Los rangos de los generales eran Tlacochcalcatl, Tlacatecatl y Huey Tlacatecatl hasta culminar con la Cihuacóatl comandante de todas las fuerzas armadas del Anáhuac

Aunque los soldados que se encargarían de la seguridad del convoy consistían solamente de una compañía, por la seriedad de la operación el mando asignó a oficiales cuaucelotl el mando de cada una de las tres secciones de dicha compañía. Todos los soldados estaban equipados con sus distintivos uniformes amarillos y equipamiento en tonos rojos y anaranjados. La única salvedad eran los rifles de riel de color negro y los propios uniformes de la sección de verdugos de tonos oscuros junto a sus pilotos de la fza aérea en uniformes de tono gris claro.

 

En la escalera de mando Yaotlakanenkih la única excepción a la regla jerárquica era el rango de los Cuachiq. Se trataba de combatientes consumados cuyo cargo equivalía al de los tlacochcalcatl. La distinción entre los cuachiq y los demás escalafones superiores era porque estos combatientes consumados podían ignorar las órdenes de sus equivalentes y estaban facultados para tomar el mando de otras agrupaciones de soldados sobre el terreno operativo en función de sus propias misiones encomendadas.

 

 A su vez Yatziri y el resto de elementos de su agrupación ostentaban el rango de pënt’sü, también conocidos como halcones en lengua ñañu.

Tras la independencia de la federación Anáhuac. El consejo de los pueblos decidió dar a cada una de las futuras facciones armadas la libertad para organizarse de acuerdo a alguna de las distintas culturas de su bagaje multiétnico. La facción de soldados caminantes dirigidos por el pueblo Nikal Tinemi, herederos de la cultura mexica y chichimecas, reintrodujo los extintos rangos y simbolismo del desaparecido pueblo mexica, la armada que protegería las costas del océano atlántico fue dirigida por los pueblos mayas, la armada de la costa del pacífico empleo los simbolismos de la cultura mixteca. Los regimientos de caballería fueron organizados en base a la cultura Apache y la artillería móvil la organizó el pueblo cherokee. Con la llegada del siglo XX, el nacimiento de la incipiente fuerza aérea nahuatlaca fue organizada en base a la cultura ñañu u otomí y por ultimo a inicios del siglo 21 la fuerza armada aeroespacial fue organizada en base a la cultura zapoteca.

Salvo el líder verdugo, nadie en el complejo militar conocía los detalles de la misión. Toda la información estaba compartimentada, y los comandantes del dispositivo de seguridad conocerían y transferirían las órdenes al tiempo que las inteligencias artificiales liberaran la información.

Finalmente la Tlacochcalcatl se apareció en el lugar, dio unos cuantos pasos recorriendo con la mirada al centenar de soldados formados, todos inmóviles cual estatuas, todos ansiosos por marchar al campo de batalla. Todos excepto la sección de verdugos que transpiraban tranquilidad cual si fueran unos monjes en estado de oracion.

No hubo exhortos por parte del tlacochcalcatl, no hubo discursos, ella sabía que lo que sea que  tuvieran que hacer en las horas próximas los soldados regulares seria solo para encubrir las acciones de los verdugos del Anáhuac y sus acompañantes.

Dieron la 100hrs de la madrugada del 17 de noviembre del año 2208. Fecha que sería significativa para el futuro de toda la humanidad cuando doce cargueros despegaron ocultos en la negrura del cielo nocturno. En sus compartimentos de carga llevaban esperanza  para un pueblo que peleaba por resistir la caída de su civilización en los albores del siglo XXIII. Excepto tres de esas naves que escondidos en sus bahías de carga transportaban un virus adiestrado desde la infancia para exterminar a todos los enemigos del Anáhuac.

La Republica de California nunca fue enemiga de la Federación Anáhuac. En sus orígenes solo fueron el conjunto de comunidades de familias honradas que peleó por su independencia en una época oscura de la Federación en la que ser del color incorrecto de piel era excusa suficiente para ser despojado de sus bienes y ser forzado a vivir en la semi-esclavitud.  Pero las consecuencias de su rebelión y su posterior independencia generaron mucho sufrimiento e injusticias contra habitantes nativos en los territorios que se perdieron, y no había nada más sagrado en el dogma de para la federación el bienestar de su gente. Por esa razón la Federación y sus fuerzas armadas siempre vieron en California a un enemigo que aniquilarían cuando llegara la oportunidad.

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