Los estandartes y divisas en los ejércitos mexicas –y otros contemporáneos suyos- tenían la misma función que en el resto del mundo: que los combatientes pudieran identificar los movimientos del ejército donde se encontraban y no sentirse en una muchedumbre descontrolada: los guerreros podían identificar así la posición de sus comandantes, ya fuera el Tlacochcálcatl/Tlacatécatl o los comandantes de las unidades menores, o la ubicación de sus unidades, ya fueran sus calpulli en el caso de los tenochcas, o sus altépetl en el caso de los aliados y vasallos; también se podían identificar así el rango de cada combatiente de acuerdo a la divisa que portaba, generalmente en la espalda.
Los estandartes eran muy vistosos, de algodón o piel de venado, podían ser pintados, bordados, o decorados a base de plumas, dependiendo de la importancia del estandarte, el cuál era montado en un asta, sostenida por un armazón de madera que se fijaba a la espalda y torso del hombre que lo portaba.
A veces la divisa distinguía al guerrero aparte de su rango u orden militar. Por ejemplo el Tlacochcálcatl empleaba el famoso traje Tzitzímitl, el Tlacatécatl cargaba su vistoso adorno de Quaxolotl (en la imagen, esquina superior derecha en azul), los guerreros Otomitl usaban la divisa de Xopilli, el Cuextécatl empleaba la de Teocuitlacopilli. Existían otras divisas como las Patzactli: Quetzalpatzactli y Cuexalpatzactli, o las de Tozcololli y Quetzaltótotl.
