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Batalla de Churubusco

Mientras Smith y Pierce destruían a Valencia, casi 8 mil hombres de Scott se aprestaban para tomar la otra fortificación del sur, el convento de Churubusco, defendido por los generales Pedro Anaya y Manuel Rincón, al mando de los batallones de voluntarios Independencia y Bravos, junto al Batallón de San Patricio, conformado por los desertores irlandeses del ejército estadounidense; un total de 1,300 hombres.

Durante varias horas Anaya y Rincón hicieron lo que estuvo a su alcance, rechazando la primer carga enemiga en un campo de maíz a las afueras del convento. Cuando las municiones artilleras se agotaron finalmente hubieron de replegarse tras las bardas de piedra. Los estadounidenses las salvaron con escaleras y el asalto se vio contestado con una feroz resistencia al arma blanca, puesto que las municiones para los mosquetes se habían acabado y las existentes (enviadas por Santa Anna) no servían por ser de un mayor calibre. Al final, y con unos 350 muertos mexicanos y 130 estadounidenses (que sufrieron mayores bajas en heridos) Anaya rindió la posición.

Si Scott y Twiggs trataron con sumo respeto a los prisioneros mexicanos, nada evitó que procedieran con suma dureza con los prisioneros del batallón de San Patricio. Se les realizó un juicio sumario como culpables de deserción y muchos fueron sentenciados a la horca, siendo ejecutados en San Ángel y en Mixcoac, mientras que otros fueron azotados y marcados en el rostro con una “D” de hierro candente.

Las batallas de Padierna y Churubusco, si aun le permitían mantener al ejército mexicano a cerca de 9 mil hombres contra los 8 mil de Scott, le habían costado la mitad de su artillería y dejar al descubierto todo su flanco sur.

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