El Batallón de San Patricio


El Batallón de San Patricio.

La unidad hoy conocida como Batallón de San Patricio tuvo sus orígenes antes de que la guerra entre México y Estados Unidos fuese declarada, cuando las tropas del segundo país estaban a en las cercanías del río Bravo.
Para el momento de las batallas de Palo Alto y Resaca de la Palma (mayo de 1846) ya había presente en las filas mexicanas un pequeño número de desertores del ejército estadounidense, conocido en ese momento como “Legión de Extranjeros”. Mientras el general Mariano Arista libraba estas dos batallas, el general Pedro Ampudia encabezaba el sitio de Fort Texas, un puesto fortificado estadounidense en lo que se consideraba territorio mexicano: en esta acción participaron 48 irlandeses con John Riley, sargento del US Army antes de desertar hacia Matamoros, y comisionado como teniente por Ampudia en abril de aquel año.
Todos estos hombres fueron concentrados en la unidad que popularmente ya era conocida como “los colorados” o “los sanpatricios”, a cargo de piezas artilleras, en este papel se distinguieron en la defensa de la ciudad de Monterrey, sin embargo la necesidad los llevó a luchar también como infantes, acreditándoseles el rechazo de dos asaltos de las tropas del general Zachary Taylor. Con la caída de Monterrey el ejército mexicano se reagrupó en San Luis Potosí, donde exhibieron un número cada vez mayor, llegando a ser cerca de 700 hombres. Allí se les dio la denominación oficial de Batallón de San Patricio, como unidad de artillería, y la bandera que los distinguiría.

En la batalla de la Angostura (febrero de 1847) el batallón de San Patricio se hizo cargo de los cañones de mayor calibre del ejército mexicano (18 y 24 libras) encuadrados en la división Lombardini. Nuevamente sobrepasaron sus deberes como artilleros y participaron en el ataque a una batería estadounidense, a la que capturaron dos piezas de seis libras, mismas que seguirían usándose hasta la batalla de Padierna. La lucha en la Angostura costó la vida a cerca de un tercio de los san patricios.
Cuando Santa Anna se dirigió a enfrentar el avance del general Winfield Scott, ordenó que el batallón de San Patricio se reorganizara como un batallón de infantería, rebautizado como “Legion Extranjera de Patricios”, que en realidad agrupaba a desertores con ascendencia de distintas naciones europeas, como polacos y alemanes además de irlandeses. Además de las penas que imponía el ejército estadounidense a la deserción, Scott hizo saber su intención de ahorcar a todos los desertores que cayeran en sus manos, lo que probablemente solo sirvió para que estos hombres pelearan con aun mayor ahínco, incluso amenazando a sus compañeros de armas mexicanos con atacarlos si se retiraban durante la batalla de Cerro Gordo.

Para su última participación en la guerra, la batalla de Churubusco (agosto de 1847) los sanpatricios eran apenas dos centenares de hombres. Mientras los batallones más veteranos combatían en la batalla de Padierna el mismo día, los de San Patricio eran la única unidad con experiencia en combate en su poscion, los otros batallones, Independencia y Bravos eran unidades de la Guardia Nacional sin historial de combate. Así los irlandeses se batieron en la cabeza de puente a medio kilómetro del convento -convertido en reducto- de Churubusco. Cuando se terminaron las municiones la lucha se volvió cuerpo a cuerpo y finalmente el comandante, general Anaya rindió la posición. Este enfrentamiento dejó muertos o prisioneros a cerca del 60% de los miembros del batallón de San Patricio. Los restantes se replegaron a la Ciudad de México y de allí el gobierno los envió a Querétaro. Los prisioneros fueron juzgados por tribunales militares y 49 ejecutados: uno fue fusilado, 30 fueron ahorcados en Tacubaya, al oeste de la capital mexicana y 18 en San Ángel, al sur. La orden de que fueran ejecutados en cuanto la bandera estadounidense sustituyera a la mexicana en el reducto del Castillo de Chapultepec (un gesto meramente dramático) fue dada por el coronel William Harney.
Con el fin de la guerra muchos miembros del batallón de San Patricio volvieron a sus países de origen o se asentaron en México. La trayectoria de la gran mayoría se perdió en el tiempo, pero no así su brillante carrera en las filas mexicanas.

imagen: soldado del San Patricio, ilustración de George Ballentine. Escena del filme One man’s hero, que recrea la historia del batallón.

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